Era tarde cuando el timbre resonó en la penumbra del apartamento, seguido de un breve silencio. Al momento, una oleada de goles en la puerta y varios tañidos más, despertaron las primeras señales de vida de la casa.
Las lámparas crearon un sendero de luz desde la habitación hasta la puerta principal, pasando por el pasillo y el salón. Cuando la puerta de la casa se abrió, apareció una joven de ojos muy grandes y pelo castaño que le caía grácilmente sobre los hombros. Marta sonrió al encontrarse con un soñoliento Otto, ataviado con una ligera bata de color verde claro sobre un pijama de franela gris. Él apenas podía abrir los ojos, pero le devolvió la sonrisa sin pensárselo.
—No sabía que ibas a venir tan tarde — dijo Otto en medio de un largo bostezo. A continuación, abrió la puerta para dejar pasar a Marta y a su equipaje. Viajaba ligera. Cargaba solo con una pequeña maleta de mano y una mochila. —Pensé que salías a primera hora de la mañana. Sigue leyendo